Pilar, “La Flowers”, apoya la mejilla sobre la almohada que se extiende a lo ancho del tatami matrimonial y, con la respiración entrecortada, cierra los ojos para evocar esos deliciosos momentos en que dormía abrazada a su marido, cubriendo su cuerpo con besos y humedad.
“La vida es maravillosa”, pensaba, mientras dibujaba una inconsciente sonrisa en su rostro y miraba fijamente esa foto envuelta en caoba, que la detenía en el tiempo sentada en su negro y encuerado escaño de la viceconsejería.
El azulado iris se torna en acuoso gris perla al recordar a su pareja, esa en la que tanta confianza había depositado, contando sus relaciones sexuales con una señora desconocida, pero de buena apariencia.
La tos comienza a atacar su pecho, mientras su decrépita mano intenta inundar éste de oxígeno, sacudiendo estentóreos y consecutivos golpes….los párpados poco a poco van cayendo, el ritmo de su respiración decelera lentamente y una idílica paz se va apoderando de su cuerpo.
Hoy en su epitafio podemos leer: “La Flowers”, fallecida a causa de un constipado.
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