Los cuerpos de sus padres yacían bajo un manto de roja sangre. El suelo era un mosaico de vísceras y cerebros desparramados, los cuales representaban el advenimiento de la verdadera feliciad.
Arrodillado, presa de un sinfín de sensaciones, !observaba los cadáveres su hijo!.
El estruendo de las bombas no le asustaba. Veía como una nube de polvo y tierra se levantaba con cada estallido. Los árboles caían ante sus ojos y los alaridos de dolor apenas le inmutaban. !Su verdadera familia no le perdonaría un abandono prematuro!.
Las entrañas de su compañero saltaron por los aires al caer la granada y él ni se percató, !Debía matar!...!ese era su cometido!.
Vio un blanco enemigo y comenzó a arrastrarse por el suelo, zigzaguendo sin hacer ruido. Se detuvo, irguió unos centímetros la cabeza y sus ojos, atónitos, fueron testigos de como la bala dejaba su cuerpo de ocho años frío,...!frío!...!frío!.
1 comentario:
joooder!! pero que pena que la cruda realidad sea así...
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