La furgoneta ha recorrido ya tres mil quinientos kilómetros en apenas semana y media. Hoy ha tocado Jerez de los Caballeros, preciosa ciudad en la que vecinos y viandantes caminan con crampones en los pies y en las manos un piolet.
Me he reencontrado con un antiguo compañero de clase, un tío estupendo, Paco; y conocido a una chiquita estupenda. Ambos nos han ayudado a desmontar.
La desinstalación, homologada como posgrado de ikea, ha sido apoteósica. Diez minutos intentado desatornillar un tornillo (claro, no iba a ser un elefante tomando un café). El destornillador eléctrico echando chispas, las virutas de madera saltando como pulgas en un perro abandonado, el cabezal cambiado hasta en cinco ocasiones, cuando súbitamente exclamo !Coño!, ¿cómo voy a sacarlo?... !si este agujero no tiene tornillo!.
Efectivamente, Rubén ha propuesto mi despido.
Relatada la anécdota, dejo una canción para una señora escandalizada por nuestro reparto de condones.
1 comentario:
Jajajaja, buenísimo!
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